miércoles, 15 de agosto de 2012

CIORAN

"Pobre del alma humana con oasis sólo en el desierto de al lado"
Álvaro de Campos

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- ¿Qué hace usted todo el día?

- Me soporto.

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  Solo a los niños y a los locos les perdonamos su franqueza: los demás, si tienen la audacia de imitarlos, se arrepentirán tarde o temprano.

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  Están filmando: la misma escena se vuelve a empezar  varias veces. Un transeúnte, seguramente provinciano, no sale de su asombro: "Después de esto, nunca más iré al cine".
   Se podría reaccionar de la misma manera  frente a cualquier cosa cuyo secreto se haya penetrado. Sin embargo por una obnubilación prodigiosa, los ginecólogos se encaprichan de sus clientes, los sepultureros engendran niños, los incurables hacen abundantes proyectos, los escépticos escriben......

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 Todo pensamiento deriva de una sensación contrariada.

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Una sola cosa importa: aprender a ser perdedor.

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El Occidente: una podredumbre que huele bien, un cadáver perfumado.

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  En una escuela vedantina moderna se enseña que el hombre que ha vencido completamente al egoísmo, que ya no conserva ninguna huella de él, no puede durar más de veintiún días. Ningún moralista occidental, ni siquiera el más perverso, hubiera osado precisar algo tan terrible, tan revelador sobre la naturaleza humana.

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  A causa de la palabra, los hombres dan la ilusión de ser libres. Si hiciesen lo que hacen sin decir una sola palabra, se les tomaría por autómatas. Al hablar se engañan a sí mismos igual que engañan a los demás: si anuncian lo que van a llevar a cabo, ¿cómo pensar que no son dueños de sus actos?.

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  Habiéndome levantado con serios proyectos en la mente, estaba convencido de que iba a trabajar toda la mañana. Apenas me había instalado frente a la mesa y el odioso, informe estribillo: ¿Qué has venido a buscar a este mundo? vino a romper mi impulso. Y volví al lecho, como de costumbre, con la esperanza de encontrar alguna respuesta, o más bien de volverme a dormir.

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  Este instante, mío aún, se desvanece, se escapa, se hunde. ¿Voy a exponerme al siguiente?. Me decido: helo aquí, me pertenece y está ya lejos. Desde la mañana hasta la noche, fabricar pasado.

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  Una emisión radiofónica sobre los lobos, con ejemplos de sus aullidos. ¡ Que lenguaje! No existe uno más desgarrador. Nunca lo olvidaré y me bastará en el futuro, en momentos de gran soledad, acordarme de ellos claramente para tener el sentimiento de pertenecer a una comunidad.

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  El telegrama que acababa de recibir no terminaba nunca. Todas mis pretensiones y mis insuficiencias estaban ahí. Aquel defecto apenas sospechado por mí estaba designado, proclamado. Que penetración y que minuciosidad. Al cabo de la interminable requisitoria, ningún indicio, ninguna huella que permitiera identificar a su autor. ¿Quién podría ser y por que esa prisa y ese recurso insólito? ¿Se le han dicho a alguien sus verdades con semejante rigor? ¿De donde surgió ese justiciero omnisciente, ese inquisidor que no me otorga ninguna circunstancia atenuante, ni siquiera la que se le reconoce al más feroz de los verdugos?. También yo he podido fallar, también yo tengo derecho a alguna indulgencia. Retrocedo ante el inventario de mis defectos, me sofoco, no puedo soportar ese desfile de verdades...   ¡Maldito envío!. Lo hago trizas, me despierto.




Cioran. "Del inconveniente de haber nacido."


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